Un ejemplo más
Otro día más, ella llega casa y se refugia en su ordenador; viendo las series de Manga que tanto le gustan, sintiendose por unos segundos libre.
Y es que hoy ha vuelto a pasar, esas estúpidas niñas la han vuelto a insultar... "Gorda, fea ..." se han convertido ya en parte de la banda sonora de su día a día. No sabe que más hacer, ha intentado cambiar, ser como todo el mundo quiere que sea pero no funciona. Nunca es suficiente y parece más fácil insultar que aceptar.
El peso de cada día se va acumulando resultando insoportable. Ella triste y desesperada, tira la toalla. Se ha cansado de pedir ayuda, se ha cansado de gritar con llantos y con palabras. Ha optado por utilizar el grito más poderoso: el silencio y el aislamiento. Un grito que nunca juega a favor.
Los días pasan e ir al instituto se convierte en el peor infierno existente, bueno no. Hay un infierno peor: el autobús. Los niños se meten con ella cundo camina con la cabeza gacha por el pasillo para llegar al asiento del fondo y sentarse encogida con la cabeza entre las piernas para que nadie vea como las lágrimas traicioneras, que le gustaría no soltar, caen por sus mejillas dejando un rastro de sal amargo.
Las clases, uno de los pocos lugares donde se siente cómoda, ya que allí delante de los profesores nadie se atreve a meterse con ella. Y allí, por lo menos puede sentirse bien, viendo como los profesores le felicitan por sus notas; aún sabiendo que al salir se meterán con ella por la misma razón.
"Empollona, pelota..." Dos nuevas palabras que se van haciendo un hueco en la melodía de insultos de los pasillos.
Siempre la misma fórmula: Clase más pasillos entre insultos igual a hundirse lenta y silenciosamente. ¿Es qué nadie tiene ojos? ¿Nadie es capaz de ver el sufrimiento? Todo el mundo es testigo de los insultos, de cada zancadilla en los cambios de clase o las collejas en educación física. Pero nadie dice nada, nadie presta una mano amiga para ayudarla a salir de ese pozo profundo que cada vez le ve menos salida, cada vez ve menos luz.
Y este hecho a la pobre niña le hace cuestionarse por primera vez de una manera más seria, unas preguntas que rondaban su mente desde hace tiempo atrás: ¿Si nadie me ayuda es porque quizá soy yo el problema? Soy yo el problema. Si yo no estuviera, los profesores se ahorrarían tantos calentamientos de cabeza sobre qué hacer conmigo, mi padres se ahorrarían el sufrimiento de tener una hija inadaptada, se ahorrarían cada viaje al psicólogo y lo que este cuesta.
Porque sí el problema soy yo mamá y solo porque me parece justo, decido dejarte esta pequeña nota antes de irme hacia otro lugar o simplemente desaparecer. Necesitaba que tú lo supieras, aunque fuera de está forma, aunque pareciera que no es mí historia. Pero lo es y no encuentro otro final alternativo, decirte que no te sientas culpable nunca, siempre has sido la mejor mami del mundo, los únicos culpables... Ellos saben quienes son.
Con amor te espero allá donde vaya, espero que tardes en llegar.
Fdo : Tu hija.
Esto es solo una de los mil ejemplos de casos de bullying que se dan en España, un ejemplo que termina de la peor manera posible. Pero he querido hacerlo así para hacer ver que no es solo cosa de niños (como dicen muchos padres), es mucho más grave y el 78 % de los adolescentes que se suicida es por sufrir bullying tanto en la red como cada día de su vida al ir a clase.
El bullying es un problema de todos: tanto de padres, profesores y alumnos de los diferentes centros. Tenemos que tener un poco más de vista y darnos cuenta que a nuestro alrededor quizá hay alguien que se esta consumiendo poco a poco. Hay que aprender a controlarlo y si el protocolo que se lleva acabo hoy en día no funciona pues habrá que cambiarlo. Aunque en la mitad de los casos en los que se ha llegado a suicidio ese protocolo no se ha seguido correctamente.
No consigo ni imaginarme el sentimiento de rechazo, humillación, fracaso y profunda tristeza que sienten esos niños/as y no solo una vez; sino cada día. Debemos enseñarles que deben hablar y no dejar que el problema se vaya haciendo más gordo y que ya no tenga remedio. Y, finalmente, escucharles, debemos escucharles.