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domingo, 23 de abril de 2017

SEGUNDAS PARTES.




La mujer del suéter rojo abrió la puerta de la cafetería sin saber que al atravesarla su vida cambiaría para siempre. Y es que, allí estaba. Habría reconocido esa voz entre mil susurros, una voz que hace que las mariposas que llevaban dormidas más de cinco años vuelvan a volar descontroladas, creando un tornado de emociones.
¿Y ahora qué? Ya no puede huir, los ojos tiernos de él encuentran los suyos y algo explota en los dos. Recuerdos del pasado acribillan sus mentes y la misma pregunta en la cabeza de ambos ¿Qué nos pasó?
Ella se acerca meticulosamente a la mesa donde él se toma su café con leche y cacao en polvo, y es que hay costumbres nunca cambian. Él, con el corazón a mil, la invita a sentarse. Ambos se observan y las palabras son casi innecesarias.
Comienzan a hablar, no de ellos, simplemente hablan: de los últimos años, de sus nuevas amistades, de sus amores…
“Nunca hubo nadie como tú” pronuncian los labios de él haciendo que automáticamente las piernas de ella tiemblen. Se miran y ambos saben lo que sienten, pero ella asustada responde:
-Segundas partes nunca son buenas.

-No es segunda parte si nunca acabó- responde él.

miércoles, 19 de abril de 2017

Quien espera desespera


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Esperar.
Esperar y desesperar.
Pasarnos la vida esperando un avión, y digo avión porque trenes ya los coge mucha gente.
Esperamos tiempos mejores, esperamos que llegue el momento adecuado para hacer algo en vez de hacerlo y punto.
Esperamos un gran cambio sin saber que estos al igual que la materia, ni se crean ni se destruyen y que si entramos en matemáticas la vida es un límite que tiende a cero porque no somos tiempo suficiente como para poderse contar, aunque para nosotros todo nos parece eterno y, sin embargo, vamos a velocidad de vértigo para evitar pensar, para evitar darnos cuenta que en realidad solo estamos esperando.
Que a veces esperar es lo mejor; pero quien espera desespera y quien desespera ya no puede volver atrás.

viernes, 14 de abril de 2017

Y parar


Y pararte.
Y pararte y observar, y darte cuenta que el mar de dudas se va disipando. Darte cuenta que todavía te queda mucho por ver, que las cosas cambian y, a veces, es para bien. 
Pararte y darte cuenta, que aún hay gente estupenda escondida por el mundo, gente con la que las carcajadas vuelven a ser música, gente con la que la palabra pequeña tiene otro significado, gente con la que el cuerpo se llena de vida y la sangre se hiela como en un día de playa en pleno abril, para después volver a circular llena de vida con energía recargada. Gente que te proporciona otra visión, otra perspectiva, que comprende y no juzga.
Pararte y darte cuenta que quedan miles de conversaciones por iniciar, miles de tardes de estudio, miles de canciones por escuchar, miles de miedos por superar, miles de autobúses por coger y por perder, miles de días por vivir. 
Pero si tienes con quién vivirlos siendo siempre tú, sin necesidad de medir las palabras ni los gestos, siendo tan real y claro como eres tú, créeme que la palabra mil se quedará corta.
Y pararte y observar, y pararte y vivir.