NO SÓLO SON GOLPES.
Mi querida amiga María:
Tengo una cosa que
contarte… no es fácil, nada fácil.
Porque para escribirlo
necesito recordar y recordarlo duele, duele mucho.
Aún hay noches que
siento su tacto, ese que al principio tanto me gustaba pero que acabó
provocándome asco. Fue una historia como tantas otras.
Todo iba genial, nos
queríamos… yo le quería. Salíamos a cenar, al cine, a pasear, nos comprábamos
cosas, nos besábamos con cariño, en fin como cualquier pareja normal.
Dieciocho…recuerdo que
yo tenía dieciocho cuando me propuso irme a vivir con él. Él era mayor que yo,
claramente, tenía veintitrés y acababa de terminar su carrera de derecho, era
el típico “príncipe azul” que todas querían: guapo, alto, listo, educado, con
una mirada increíble…y era mío.
Dudé mucho si irme con
él o no, no estaba segura, iba a empezar mi carrera de psicología, “ya eres
mayor de edad puedes estudiar desde nuestra casa” eso fue todo lo que me dijo
junto con un precioso beso en los labios y no necesite más, el hecho de oírlo
decir “nuestra casa” e imaginarme nuestra vida hizo que cediera, me fui con él.
Los primeros meses
fueron los mejores de mi vida, me despertaba con él y lo adoraba, luego llegaba
a casa de la universidad y lo veía ahí, sentado con el portátil. Y por las
noches…por las noches era lo mejor.
Paso un par de años, yo
ya tenía los veinte, estaba en mitad de carrera habíamos hecho buenísimos
amigos con los que salíamos de vez en cuando, era feliz muy feliz.
Pero algo pasó, un
pequeño imprevisto, a los veintiuno me quede embarazada. No es que no quisiera
ser madre pero no sabía si estaba preparada. Ahí tuvimos nuestra primera
discusión fuerte, me grito “no te tomaste los anticonceptivos…menuda estúpida”
esas palabras atravesaron mi alma como un cuchillo, recuerdo que me sentí fatal.
Lloré y lloré durante horas, finalmente el vino y me consoló, me dijo Te quiero
y me besó.
Al final lo tuvimos, un
precioso niño al que llamamos Adrián. El embarazo fue bien tuvimos alguna
discusión debido a mis cambios de humor pero nada grave.
Al cabo de un tiempo,
yo me agobiaba no podía con la casa, el niño… y él no me ayudaba y yo, además, tenía que estudiar…
Se lo dije, empezamos a
discutir… a gritar… él gritaba y yo gritaba más fuerte y eso él no lo aguantó,
ahí me dio la primera bofetada, me fui corriendo. A los minutos el vino muy
arrepentido, me dijo perdón y me dio un abrazo.
Deje los estudios por
petición suya. Dijo que debía centrarme en la casa y el niño y que, además, esa
carrera me llenaba la cabeza de pájaros.
Ahora pasaba todos los
días con Adrián en casa. Solo los viernes salía con los amigos de mi antigua
carrera. Recuerdo, un día, haberme puesto una falda corta y que él me obligara
a cambiarme, y yo como estúpida le hacía caso, más que nada porque quería
evitar otra discusión. Salí y disfrute pero algunos de mis amigos me notaban
rara y hacían preguntas y yo sinceramente no sabía que decirles.
Unos meses después de
esto, las discusiones se habían vuelto rutina, el ambiente en casa ya no era el
mismo.
Él cada día llegaba más
tarde a casa, decía que tenía “reuniones con abogados”, al principio no le di
importancia; pero más tarde lo sospechaba y tonta de mí, mire su ordenador y ahí estaban, un montón de emails con otras
mujeres, lloré muchísimo esa tarde.
Cuando esa noche llegó
del trabajo más temprano que nunca; venía con, en su mano derecha un ramo de
flores… Por desgracia una infidelidad por cada rosa .
Le grité, le reproche
todo lo que podía y más, le dije todo lo que nunca me atreví y por desgracia
terminó de la peor manera posible. Me dio la primera paliza acompañada de un
montón de insultos que prefiero no recordar.
Esa paliza me dejo
marca, muchos moratones, pero él unos días después vino de trabajar y se sentó
junto a mí en el sofá. Empezó con su típica disculpa, solo que esta vez no
venía sola sino con un anillo de compromiso; me prometió que todo cambiaría que
yo sería la única porque solo a mi me amaba y estúpida de mi, emocionada por el
momento, salté a sus brazos y acepté.
Nos casamos y todo
pareció volver a la normalidad por un tiempo…todo era como antes alegría, nos
reíamos como antes, disfrutábamos de nuestro hijo, salíamos con amigos de
nuevo…lo único era que yo notaba que a veces se ponía celoso de un viejo amigo de
la universidad, que ahora le vea muy bien, por cierto. Por lo demás todo era
perfecto.
Pasaron los años,
nuestro pequeño Adrián ya tenía tres años y yo tenía que estar muy pendiente
de él. Por lo que un día no tuve tiempo
de preparar la cena y mi marido cogió una rabieta conmigo, cosa que me trajo a
la mente la paliza que me dio años atrás; pero
solo me grito y me volvió a insultar haciendo que me sintiera fatal.
Así comenzaron las
discusiones de nuevo…todas y cada una de las noches. Yo solía meterme en el
baño para que no me viera llorar.
El día que le dije que
me gustaría trabajar, volvió mi peor pesadilla. Me pego un guantazo y me
insulto diciendo que yo no valía para nada, solo para estar en casa… pero no me
rendí y conseguí empleo, en una pequeña tienda, no era mucho pero me valía.
Esa noche recibí la
peor paliza de mi vida, acabe sangrando tirada en el baño llena de moratones.
Y a pesar de esto, yo
le quería…no podía dejarlo, él nos mantenía a mi hijo y a mí , en realidad, nos lo daba todo. Y como
tonta seguía pensando que todo podía
volver a cambiar que merecía otra oportunidad. Escribo esto con lágrimas en los
ojos al recordar lo estúpida que fui.
Pero nada cambió, al
final tuve que dejar el trabajo y pasaba todo el tiempo en casa. Llorando
cuando Adrián estaba en el cole.
Las palizas se hicieron
constantes y eran una cada segundo, para él no hacía nada bien. Él decía que no
era una buena esposa. Ya no me dejaba ni salir con amigos los viernes o
sábados.
Recuerdo que una de las
peores discusiones fue cuando se le metió en la cabeza que estaba liada con
David. Y solo lo vimos una vez en el supermercado y como me vio llena de
moratones me preguntó, yo simplemente respondí que me había caído por las
escaleras; pero él no pareció convencerse mucho.
Cuando llegamos a casa,
me pegó y me grito… me grito cosas como que solo sería suya que no me merecía a
nadie… y yo poco a poco me iba hundiendo. Cada día era peor, por la mínima lo
volvía a hacer; yo ya tenía el cuerpo cubierto de cicatrices, no aguantaría
mucho más en este infierno.
Pero aún tenía un
inexplicable miedo de lo que podía pasar si decía algo… pero aquel día que
acaba inconsciente, me di cuenta que no podía más, que quizá yo no merecía eso.
Que no aguantaría más aquel sufrimiento.
Y allí tirada en el
baño, llena de sangre, sola… mire el reloj las 10:30 de la mañana.
Me puse a pensar en
todo… en los besos, las caricias, los insultos, las palizas, MI hijo.
Y allí, con un bote de
pastillas en la mano derecha y un teléfono en la izquierda tome una decisión…
-016… ¿En qué puedo
ayudarla?
Mi querida amiga María se por lo que estas pasando, lo sé porque lo he vivido y déjame decirte que… NO SOLO SON GOLPES.